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Notas provisionales y ficciones

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Alzheimer

Posted by pachoj en enero 5, 2005

Terminaré esta abulia productiva, las vacaciones que me ha permitido hallar joyas insospechadas en mis montañas de cds que no había revisado antes. Ahora mismo escucho Alzheimer, de Paul Desenne, Alonso Joro y Pedro Vázquez, un grupo experimental muy interesante de Caracas, Venezuela que, sinceramente, por ahora no recuerdo quién me lo dio, supongo que lo obtuve durante mi pasado viaje a Colombia.

Hoy llamó MIguel Angel, que estará en México unos meses trabajando no se en qué. Actor y músico radicado en Viena, hace varios años escribí sobre mi encuentro con él en esa ciudad durante 1993 ( De Memoria ); cuando el trabajaba en un foro cultural independiente, el WUK, instalado en una fabrica de ferrocarriles inmensa y abandonada, la cual fue tomada por artistas a principio de los setenta (en 1997 publiqué otro artículo que completa al de marras sobre aquel viaje por Europa que duró tantos meses en Los Puentes de Paradiso en la Tierra). Me dará mucho gusto volverlo a ver, saber en qué anda, si sigue trabajando en el WUK.

Ayer comí con Maga, conocí a su hijo. Lleva lustros viviendo en USA, así que casi no la veo nunca, salvo cuando me tocaba girar por alguna de las ciudades donde ha vivido. Ahora el encuentro fue aquí en el DF, nos fuimos a echar unos tragos. Es deslumbrante su forma de hablar de la vida y del mundo, muy inteligente, siempre curiosa por todo lo que la rodea, ahora me contó su experiencia con los mixtecos de San Diego y Tijuana. Está a punto de terminar su doctorado.

La noche la terminó en un bar, donde me encontré a Daniela siempre inteligente, impetuosa, guapa y contradictoria. Estaba furibunda porque llegaba de filmar no sé qué video para qué corporativo y fue una experiencia subprofesional, insistía (es actriz).

También me encontré a “la pasional epifanía situacionista” de hace unos días, aunque esta vez andaba menos deslumbrante, más apagada, como ausente. Quizá estaba así porque era la víspera de su regreso a Londres, andaba “dispersa”, como bien dijo. Me acaba de llamar para despedirse, que estaba en la cola del avión. ¡Buen viaje!

Pasé a ese bar a echarme un bocadillo y un trago rápido, pero esta vez uno de los dueños se dedicó a regalarme tragos nada más comenzaba a vaciarse el vaso que tenía en las manos, mientras me contaba su idea sobre la relación entre vida nocturna y literatura (es egresado de letras de la universidad).

Fuera de eso, no he hecho más que leer. Hoy será mi último día de este tipo de encierros entre sábanas y libros.

Terminé a James Homes (El asalto a la cultura, corrientes utópicas desde el letrismo a Class War, ed Vrius, España, 2002), su libro es partidista (el autor fue neoísta) pero tiene la seriedad de confesarlo. Es muy pobre en muchos de sus recuentos, pero al menos sirve como un primer ordenamiento de ciertos movimientos utopistas subterráneos. Lo mejor es su odio a los situacionistas con comentarios super puntuales y acertados acerca de sus contradicciones teóricas y su sectarismo. También me parece muy interesante su introducción a la edición polaca, escrita diez años después de que publicara su libro en Inglaterra (verano de 1988).

En esta introducción Homes menciona críticamente a Greil Marcus, asunto imprescindible, ya que Lipstik Traces fue publicado casi al mismo tiempo en Estados Unidos (1989) que Asalto a la Cultura en Inglaterra. Ninguno de los dos leyó al otro entonces, pero la coincidencia, supongo, obedece a que a mitad de los ochenta hubo una exposición retrospectiva sobre el situacionismo, lo cual permitió al mundo angloparlante conocer de primera mano la experiencia situacionista, tan definitoria para los franceses.

En México tuvimos quizá más información que los anglosajones, al menos hubo traducciones en fechas relativamente tempranas: en 1977 se publicó en español el Tratado de Saber vivir para uso de las nuevas generaciones de Raoul Vaneigem y yo recuerdo haber leído La Sociedad del Espectáculo en 1980 o 1983, ya que por entonces en la Escuela de Antropología, donde estudiaba historia, formamos dos organizaciones “pranksters” (sin usar este concepto tal como ahora se entiende). Estas supuestas organizaciones fueron el “Movimiento Estudiantil Anti Crisis Sexuales” y el “Muro de los Lamentos”.

Ninguna de estas dos “organizaciones” falsas pretendía ser situacionista, de hecho, nadie de los miembros conocía el movimiento (y yo mismo no lo conocía muy bien que digamos), o al menos ninguno de ellos hablaba de él, por lo tanto, no éramos herederos de ninguna tradición de este orden, lo cual subraya el cuestionamiento que puede hacérsele a Greil Marcus y a Home sobre el uso de la palabra “tradición”, como si hubiera una memoria lineal, a priori, de estas expresiones. En realidad fuimos un producto de las rupturas académicas y del discurso político de la vieja izquierda del momento, esa era nuestra motivación para hacer aquellos periódicos murales donde dibujaba y metía citas de autores varios, entre otros, claro está, los situacionistas; además metíamos textos originales escritos colectivamente.

La primera era una “organización” supuestamente política, es decir, sus interlocutores eran los grupúsculos políticos de la Escuela y su lenguaje era parapolítico, o sea, usaba el vocabulario politizado de moda pero para invertirlo y cuestionar así el sectarismo y la retórica de la izquierda de entonces, permitiendo una lectura múltiple e, inclusive, de doble sentido.

Lo segundo era un “organismo” académico. Quiero decir, lo que se cuestionaba eran temáticas académicas sobre todo dentro de la carrera de historia (pero también sobre las demás disciplinas antropológicas que había en la ENAH), echando mano de clichés académicos y cultura popular, por ejemplo, mezclando glosas de Marc Bloch con frases del cantante José José (”ya lo pasado pasado”).

A pesar de la distancia, y la bobería, vuelvo a sonreír. Pero lo importante de esa época son los anécdotas, cosa que no voy a contar aquí, pues en realidad estos chistes infantiles o jugarretas tenían sentido ante lo dogmática que era la vida estudiantil y escolar de entonces. Vaya, la carrera estaba inundada por el marxismo, al grado de que en la materia de economía nos pusieron a leer ¡a Oscar Lange!! (recuerdo que me reprobaron porque en el examen intentamos provocar, respondiendo con ideas de Rosa Luxemburgo sobre los mismos temas, pero que contradecían los postulados de Lange). Claro, aún existía la Unión Soviética, El Muro seguía vivo y apenas había despuntado Solidaridad en Polonia, aún no había pasado el terremoto del 85, de tal suerte que la izquierda social (que renovó los lenguajes y los enfoques) aún no era tan visible, así que el Meas y el Muro de los Lamentos eran audacias que hicieron que tanta gente nos odiara y criticara.

Pues bien, después de estas lecturas de Home y Marcus, me dieron ganas de volver a leer aquel libro sobre Guy Debord escrito por Anselm Jappe (Anagrama 1995), donde queda clara la influencia que tuvo sobre los situacionistas el Lukacs de la época de “Historia y Conciencia de Clase”. Prácticamente los situacionistas no agregan nada nuevo a la aplicación que hace Lukacs, en el ámbito de la cultura, de la teoría de la fetichización de la mercancía que Marx desarrolló en el terreno de la economía política (que suele ser de lo más apasionante, por cierto). Exagerando un poco, se puede decir que lo único que agregan los situacionistas es el sectarismo y un lenguaje con más impacto, relacionado con la cultura pop. Y bueno, la mistificación retrospectiva por la época que les tocó vivir, incluyendo el mayo francés, les puso de moda en los noventa, al grado de que Hakim Bay podría leerse como un mero reciclaje del situacionismo en el contexto de Internet, donde la “creación de situaciones” equivaldría a su concepto de zonas autónomas temporales (TAZ).Poco nuevo bajo el sol.

Caray, este CD de Alzheimer está excelente, virtuoso y de un sentido del humor maravilloso, con instrumentos heterodoxos e informales, tocados junto con cuatro, caracoles, chelos, etcétera, tocan rolas propias de distintos géneros, además de unos covers raros de los Beatles y de Hendrix. El track 7, “Preslillaneando a modo de amor en Jachira total” ¡es una canción bajo la regadera!

… “Alzhemir” se llama el disco, decía. Y yo que no alcanzo a recordar quién me lo regaló.

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